lunes, 22 de septiembre de 2014

Lectura recomendada del mes: Batman. El hombre que ríe (Ed Brubaker, Doug Mahnke. 2005)


Como ya sabéis los seguidores del blog, nos estamos preparando para un especial Batman que me está llevando a releer un buen número de obras que me gustaría tener frescas de cara al programa.

Hace ya algunos meses, os recomendaba como punto de partida en el universo del personaje, la muy manida, aunque no por ello menos imprescindible Año Uno, de Miller y Mazzuchelli. Hoy, me gustaría proponeros la que, siguiendo con ese posible orden de lectura, podríamos considerar el siguiente paso; con la salvedad de Batman y los Hombres Monstruo y Batman y el Monje Loco de Matt Wagner, de las que seguramente os acabe hablando en alguna entrada en el futuro. Si decido obviarlas de momento es porque, pese a ser anteriores en la cronología del personaje, creo que tienen bastante menos peso en los mythos y menores consecuencias o ecos en obras que deberéis leer más adelante. Aclararos a los que todavía estéis dando vuestros primeros pasos en esto de los cómics, que cuando digo cronología no me refiero al orden de publicación, sino de los hechos narrados a efectos de continuidad y canon.

El hombre que ríe narra el primer encuentro entre Batman y su némesis, el Joker, que hace su primera aparición pública tras un extraño asesinato en masa que Gordon acaba de comenzar a investigar. A través de una, digamos, inesperada aparición televisiva, el Joker va anunciando las muertes a una determinada hora de ciertas personas influyentes de la sociedad Gothamita. Batman y Gordon se pondrán manos a la obra para intentar detenerlo y averiguar sus motivaciones y objetivos.

Posiblemente esta obra sea la progresión más lógica a Año Uno en cuanto al tono narrativo. No voy a esconder mi predilección por Ed Brubaker, un narrador con un talento superlativo para el género negro y detectivesco que le sienta de maravilla a una historia como ésta. En cierto sentido, el estilo de Brubaker es como si al mejor Frank Miller, le quitáramos sus neuras, y le agregáramos una buena dosis de respeto por el personaje, y por el trabajo de otros autores, incluso los que estuvieran por venir. Si queréis, ya profundizaremos en otro momento en esas ideas, porque hoy no estamos aquí para hablar de Miller.

La escritura de Bru es sólida, sin fisuras. No hace hablar a sus personajes más de lo necesario, tampoco se recrea de manera repetitiva en ideas, insinuaciones o recuerdos; en definitiva, ni toma al lector por tonto, ni le obliga a tener un máster en el personaje para comprender o disfrutar de la historia. Utiliza multitud de recursos sin abusar de ellos, los entrelaza con fluidez, con un lenguaje claro y directo, dotando a la historia de un dinamismo no exento de matices o sorpresas.

Éste no es el Joker. Hasta ahí puedo leer...
Brubaker hace sus deberes, y se arma con lo explicado en El hombre bajo la capucha roja (Bill Finger, 1951), La broma asesina (Alan Moore, 1988) o Imágenes (Dennis O'Neill, 1989) para ensamblar este relato de origen, que bien podríamos considerar como el Año Uno del Joker. Y dejadme que os diga algo, hay que ser muy bueno para que, explicando algo que, de un modo u otro ya se ha explicado al menos en tres ocasiones, se sienta como algo fresco y casi necesario, y no como un simple parche para rellenar huecos de continuidad entre tantas crisis y re-crisis. Una historia puramente detectivesca de esas que tanto disfrutamos los lectores de Batman, sin grandes combates épicos, sin errores insalvables como el que, inexplicablemente para un escritor de la talla de O'Neill, obligaba a descartar Imágenes como el origen definitivo del príncipe payaso del crimen (Mini-spoiler: dificilmente puedes desconocer la identidad de alguien cuando conoces la de un familiar directo y su parentesco con él...)

Las ilustraciones de Mahnke acompañan con buena nota a la historia, sin estridencias ni filigranas, pero con el tono apropiado y buenos detalles como la Batcueva, un Batmóvil primigenio para mi gusto más lógico que el de Wagner, y unas viñetas iniciales realmente inquietantes. Aunque también ha colaborado con Grant Morrison en Crisis Final o Geoff Johns en Green Lantern, podríamos considerar ésta su obra más importante como ilustrador hasta el momento.

Es un cómic que se lee muy deprisa, tanto por su corta duración como por ese dinamismo narrativo del que hablábamos, con momentazo final incluído, de esos que tanto gustan en estas historias de retrocontinuidad, y que a más de uno os arrancará una sonrisa. Eso sí, mucho menos inquietante que la de El hombre que ríe. Espero...

Que lo disfrutéis, tanto si es la primera vez, como si queréis acompañarme en estas re-lecturas.
¡Saludos a tod@s!

lunes, 8 de septiembre de 2014

The Killing (T4): Netflix rescata un final digno para los seguidores de la serie.


Todo comenzó hace cuatro temporadas ¿Quién mató a Laura Palmer Rosie Larsen? Puede que desde entonces, esta adaptación de la serie danesa Forbrydelsen, (con la que no podemos entrar a compararla al no contar con el material original) haya ido cuesta abajo, pero bajo mi punto de vista, no sin frenos ni sin dejar también muchas cosas buenas por el camino.

A fin de cuentas, los consumidores de series podemos ser, y de hecho somos, flexibles respecto a un descenso relativo de calidad, en pos de seguir avanzando en las relaciones de unos personajes que despierten nuestro interés. Si muchos ejercen esta práctica con productos que a otros nos parecen mediocres en ambos aspectos, como la inamovible Walking Dead, no veo por qué no concederle el mismo derecho a quienes decidimos hacerlo con series no tan mayoritarias.

La historia viene de lejos. The Killing ya caminó por la cuerda floja tras finalizar su segunda temporada. La serie había pasado de los 2,7 millones de audiencia máxima y 1,6 de mínima, abriendo con 2,7 y cerrando con 2,3 su primera temporada, a unos discretos registros de 1,8 de máxima y 1,3 de mínima, abriendo con 1,8 y cerrando con 1,4 en la segunda. La historia de Rosie Larsen ya estaba contada, y aunque parecía quedar mucho por explicar respecto a Linden y Holder, los índices mandan y AMC anunció la primera cancelación. Es entonces cuando entra en juego Netflix, asumiendo parte de los costes de producción a cambio de un acuerdo de emisión casi simultánea con AMC.

La historia se tomó un paréntesis para recuperar a unos personajes aparentemente cambiados, pero que en muy poco tiempo recuperarían su dinámica conocida. Nada que objetar. Argumentalmente, nos ofrecía una historia de asesinatos en serie al uso, que arrastró a nuestros protagonistas a lugares más oscuros, y que a un servidor le dejó bastante buen sabor de boca pese a algún altibajo narrativo. El problema principal es que, aunque la temporada acabó en un cliffhanger emocional, los índices no habían remontado. Pese a la inclusión de nombres conocidos como Elias Koteas o Peter Sarsgaard para cubrir las bajas, los datos incluso descendieron ligeramente. 

Aunque la serie se mantuvo fiel a ciertas máximas, como una ambientación incómoda (y cuidada), esa Seattle lúgubre y lluviosa como telón de fondo, o unos protagonistas dañados que deben lidiar con sus propios fantasmas al mismo tiempo que con los de extraños, el cambio no atrajo a espectadores nuevos, y en un mundo donde los índices lo son todo, AMC anunció la cancelación definitiva. Netflix ve una posibilidad en este escenario, ya que los datos de streaming para ellos no son tan malos; la serie es una de las destacadas de su catálogo y las valoraciones de los usuarios son buenas. Finalmente, dos meses después, se anuncia que ofrecerán de manera exclusiva una cuarta y última temporada de 6 episodios, manteniendo a Veena Sud al frente, y por supuesto a Joel Kinnaman y Mireille Enos como protagonistas.

Nuevamente, la serie se mantiene fiel a si misma, y en cierto sentido, consigue compensar ciertas carencias narrativas a base de carga emocional, de un buen trabajo y una buena química entre actores, o una ambientación y una fotografía que acompañan muy bien al tono de la serie. En este caso, el objetivo principal es resolver ese cliffhanger emocional y darnos un cierre a nivel de personajes, pero para ello, hay que explicar un nuevo caso que sirva de hilo conductor y nos sitúe mejor física y cronológicamente, yuxtaponiéndose como dos tramas simultáneas. El nuevo caso no es especialmente atractivo, pero tiene algunos giros interesantes, y como de costumbre, nos llevará a lugares incómodos y oscuros, siendo lo más interesante su resolución. La trama heredada del final de la tercera temporada es la que atrapa casi desde el primer momento, y actúa como motor de la relación entre los personajes, sin embargo, en un último episodio algo precipitado, acaba siendo demasiado autocomplaciente, atropellada, y narrativamente casi cogida con pinzas. Pero quien os habla, que ya está un poco cansado de los finales al estilo "la vida sigue, les pasarán otras cosas pero nosotros ya no las veremos", agradece por una vez el esfuerzo por ofrecernos una resolución a nivel de personajes, un cierre emocional después de tanta montaña rusa.  No saber qué será de unos personajes con los que uno, que tiene su corazoncito, se ha implicado emocionalmente, me parece mucho más frustrante que un cierre más o menos brillante, algo que a fin de cuentas, no deja de ser en buena medida subjetivo. Claro que siempre hay excepciones, y hasta ahí puedo leer...

Personalmente, espero que Netflix se atreva a repetir este tipo de práctica con otras series, ya que aunque para las grandes cadenas 1 o 2 millones de espectadores solo sean un número, y además bastante malo, detrás de ese número hay personas frustradas y cabreadas en cada cancelación. Quizás series como Heroes habrían tenido un destino mejor con este tipo de planificación, no sujeta a los designios de cada semana y la fluctuación de los índices, y siendo un producto cerrado como ha sido este caso. Quizás, quizás, quizás...

¡Saludos a tod@s!