lunes, 12 de enero de 2015

Sesión Doble: Snowpiercer (Joon-ho Bong, 2013) y Filth (Jon S. Baird, 2013)


Os prometía hace más de un mes, en el último TDC podcast, que dejaría para el blog la review de estas dos películas. Después de la interminable serie de contratiempos que van amenizando mi vida personal últimamente, me pongo manos a la obra para cumplir, como siempre, con lo prometido.

Antes de entrar en materia, justifiquemos el por qué de esta sesión doble aparentemente tan inconexa. En primer lugar, sabéis que cuando grabo un spin-off me gusta tocar títulos con una popularidad relativamente media-baja. Es algo que, para diferenciar el formato del que usamos en el DeLorean, me permite utilizar el programa como un pequeño tablón de recomendaciones (pese a los benditos spoilers) al tratarse de una fórmula menos dinámica. Aunque finalmente no grabé las reviews, esa era la idea original para el programa, que acabó convertido en un popurrí de teorías y desvaríos sobre series de superhéroes y otros derivados.
En segundo lugar, existen algunos puntos en común entre ambas. El más importante, ambas contaron con una distribución muy limitada en España, y ambas durante el 2014 pese a ser, como habréis visto en el título, producciones del 2013. Si bien cuando entremos en análisis veremos que esto es más o menos razonable en el caso de Filth, me resulta un tanto chocante si hablamos de Snowpiercer, una cinta con casi todos los ingredientes para haber funcionado, promoción y boca a boca mediante, en grandes salas.
Otro punto en común, aunque anecdótico, es la presencia de Jamie Bell en ambas, que alterna su participación en bodrios como el más que probable destrozo definitivo a los 4F en el cine, o la fallida Jumper, con apariciones en propuestas cinematográficas interesantes, pero relativamente desapercibidas, como el caso que nos ocupa.

Pongámonos pues manos a la obra y entremos de lleno, intentando alejarnos lo más posible de los spoilers que caracterizan nuestro formato sonoro, con Snowpiercer.
Como decía unas líneas más arriba, esta cinta cuenta con un buen número de ingredientes para haber funcionado en salas comerciales, quizás no lo suficiente como para llegar a taquillazo, pero sí para haber ofrecido una interesante rentabilidad invirtiendo un mínimo en promoción y confiando en el boca a boca, elemento imprescindible para estas producciones. Un rostro conocido (y comercialmente al alza) en el papel protagonista, escoltado por algunos secundarios de lujo como Ed Harris o John Hurt; acción, una estética a medio camino entre post-apocalíptica y cyber-punk, y un montaje dinámico, por momentos trepidante, aunque sencillo (estructurado en fases, casi como un videojuego).
Tiene incluso una premisa atractiva de cara al gran público; aunque errónea. Y me explico; cuando uno mira Snowpiercer desde fuera, es fácil llevarse al mismo error que yo cometí: "El Capitán América de tapadillo liderando una revolución en un tren, en favor de los pobres y desvalidos y en contra de los ricos y poderosos". Nada más lejos de la realidad.
Hollywood y su encumbramiento de cualquier obra relacionada con el Holocausto, han familiarizado sobradamente a la audiencia con conceptos como la indefensión aprendida. Sin embargo, pese a las apariencias, Snowpiercer se aleja de este enfoque tan manido para hablarnos de otros conceptos, a estas alturas mucho más interesantes, como la revolución controlada (o dirigida) de una manera sencilla, pero con la crudeza narrativa que suele caracterizar al cine Koreano. Algunas de las confesiones de sus protagonistas golpean directo a la mandíbula, y si nos ponemos conspiranoícos, podrían haber puesto incluso nerviosos a algunos en Marvel-Disney. Y es que no deja de resultar curioso que, justo después de firmar su mejor papel protagonista (con la excepción de Steve Rogers si se quiere), el amigo Chris Evans anunciara que de ahora en adelante solo actuaría para Marvel Studios. Y hasta ahí puedo leer...
Y hablando de cómics, Snowpiercer tiene también muchos de los ingredientes de los buenos cómics "adultos". Buenas dosis de violencia física y verbal, personajes extremos, grotescos, o pintorescos, situaciones viñeteras...

Quizás no tengan mucha visibilidad, pero acojonar, acojonan...
Nadie o casi nadie resulta ser totalmente inocente a bordo de este tren del fin del Mundo, y los que lo son tampoco tienen garantizado sobrevivir a la película para contarlo. Los héroes no lo son tanto, y el speech del supervillano de turno nos dejará con algunas dudas (sobre la veracidad de algo en concreto, no sobre lo despreciable, sea más o menos irremediable desde su enfermizo punto de vista, de sus métodos).
Y ahí es donde encontraremos la parte más delicada de la cinta. Su resolución es abrupta, como requiere su desarrollo, pero hay un par de inconexiones en las palabras del ingeniero, quizás algo sobreactuado, y una revelación algo precipitada, aunque necesaria para transitar hacia ese desenlace, de un par de personajes hasta entonces de apoyo.
De todas maneras, pese a que os cuaje más o menos ese final, creo que no llega a desmerecer las numerosas virtudes exhibidas durante el viaje. Es todo lo que puedo decir sin estropearos la experiencia. Experiencia que, al igual que en su día hizo  mi amigo (y compañero en las ondas) Miguel conmigo, os recomiendo sin ningún género de dudas.

Algo que, de algún modo, no puedo hacer tan abiertamente con la segunda propuesta de hoy.


Y es que Filth, pese a no engañar a nadie con su título, sí que ha sido en cierto modo víctima de un trailer demasiado mentiroso. Y es que cuando una tarde de domingo cualquiera, uno se dispone a ver una suerte de comedia con cierto aire a Guy Ritchie, y lo que se encuentra es un viaje a los infiernos cuesta abajo y sin frenos, puede encontrarse con una inesperada indigestión que arruine el tramo final de sus días de relax.
Porque aunque llegue cargada de mala leche, no encontraréis en la película apenas una gota más de humor del que ya ofrece el trailer, y lo hace diseminado a lo largo de un metraje donde, puesto en contexto, no hace ni pizca de gracia. Aunque soez, malhablado y corrosivo, el detective Bruce Robertson no es ningún fucker escondido bajo una coraza de tipo duro, sino más bien todo lo contrario.
Y no es que eso sea un problema per se, pero el choque de contrastes entre expectativa y realidad puede ser demasiado para el cuerpo si, como yo, no sabéis de antemano a qué os estáis enfrentando.
A grandes rasgos, no es que estemos ante una obra memorable, pero sí ante un producto que aúna algunos puntos a su favor, sobre todo para tratarse de una segunda película en el haber de su director.
Es ante todo, una película de actores. Hasta donde Filth puede ser más o menos creíble, es gracias a sus intérpretes. James McAvoy demuestra de nuevo que es más que una cara de niño bueno, llegando allá donde el guión no llega. Y para mi gusto, pese a pretender ser un retrato genuino de la locura, no es en pocas ocasiones donde podría chirriar en manos de un actor menos competente.
Tampoco le van a la zaga Jamie Bell, con su momento de gloria hacia el final de la cinta, y muy especialmente, Eddie Marsan, que ejerce de contrapunto perfecto no dejándose eclipsar por el papel redentor que el libreto reserva para su personaje.

Si bien visto desde un punto de vista puramente objetivo, que dicho sea de paso, un servidor siempre ha sido incapaz de adoptar, ambas podrían ser productos igualmente recomendables, yo seré un poco más cauto en ese aspecto, recomendando a tod@s el visionado de Snowpiercer, y reservando Filth para los amantes de ese cine indigesto que, sin ser en absoluto hipster, podríamos etiquetar de indie (etiqueta que tampoco me gusta demasiado usar, pero de alguna manera hay que hacerse entender). O para esas tardes autodestructivas; o, quién sabe, quizás para todo lo contrario...

¡Saludos a tod@s!