miércoles, 25 de junio de 2014

God bless America (2011, Bobcat Goldwaith).


Cada cierto tiempo, una cinta relativamente desconocida se presenta y se nos descubre con una facultad maravillosa que cada día abunda menos: la capacidad de sorprender incluso a los cinéfagos más escépticos como un servidor.

Frank es un hombre de mediana edad que vive sumido en el hastío. divorciado, y con su ex-mujer alejando cada vez más de él a una hija con la que ya de por si siente que ha perdido cualquier conexión. En un rocambolesco sinsentido, que bien podríamos calificar como ser más papistas que el Papa, también perderá su trabajo. Como guinda al pastel, su médico le dará muy malas noticias respecto a las jaquecas que sufre. En este marco, Frank tiene una revelación, y decide que tal vez no deba dejar este mundo solo. En su cruzada, el destino le depara una cómplice inesperada, una adolescente llamada Roxy, con la que vivirá una serie de encuentros y desencuentros.

God Bless America se lanza a tumba abierta a una temática arriesgada, y huye de la sutileza visual para entrar, sin dejar el tono de comedia, en la sutileza de conceptos como la libertad de expresión, (degradada a una especie de aquí vale todo ficticio, puesto al servicio de la banalidad y la descalificación), la educación (que no el sistema educativo), o la verdadera naturaleza del respeto, y más aún, del auto-respeto.

Pero hacerlo a punta de pistola y con una escena inicial que puede llegar a herir muchas sensibilidades, es un acto de valentía a elogiar. O de inconsciencia, algo en cierto modo casi igual de admirable en un medio tan vigilado como el cine.

Poner a tus protagonistas a matar, selectiva o casi casualmente, a quienes deciden ignorar ciertas reglas universales de comportamiento, es un tema muy delicado en un país donde acontecimientos de una naturaleza similar ocurren con relativa frecuencia, generando siempre un gran revuelo social. Revuelo, aunque raramente reflexión.

Pero no conviene olvidar que tenemos entre manos una comedia, la cual además, llegado un momento, tiene el acierto de recordarnos que ni siquiera sus protagonistas deben ser tomados demasiado en serio. Todo ello bajo una superficie controvertida y provocadora, pero que en el fondo solo nos propone elementos de reflexión cotidianos. Cotidianos, y debido a nuestra asimilación entusiasta del modelo social que critica la película, casi universales. Bien podríamos llamarla God Bless "ponga el nombre de su país aquí".

Por desgracia, pese a que en cuanto intenciones se refiere merecería un notable alto, la puesta en práctica acaba adoleciendo de cierta falta de ritmo en el su tramo medio, y patinando en el uso de algunos clichés que no se insertan de manera tan inteligente como otros. Pero tal vez en este caso particular, deba ponderar más lo primero que lo segundo. O tal vez,  sumándome a la propuesta de la propia cinta, tampoco debáis tomarme muy en serio.

2 comentarios:

  1. Te dejo la mia
    http://lasmilvidas.blogspot.com.es/2013/04/a-quien-meterias-en-tu-autobus-god.html

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    1. Muy de acuerdo con las referencias, y original la comparación con el juego para introducirla. Eso sí, el trailer es demasiado destripador para quien no la haya visto, a falta de un par de escenas está toda la chicha, con lo que el esfuerzo por no hacer spoilers en la crítica se va un poco al traste. Saludos Abel.

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