jueves, 21 de marzo de 2013

De marionetas y otras bestias: Labyrinth (1986)

Hubo una época en que bastaba una metáfora sencilla, una buena dosis de imaginación, y un montón de marionetas para hacer cine. Cine familiar que trascendiera sus propias limitaciones para acabar convertido en referencia popular pese a las reticencias de la ensimismada crítica de la época. Cine que reivindicaba el derecho de los niños a pensar a la vez que ver reflejadas sus fantasías en una pantalla, su derecho a verlas a través de sus ojos de la misma manera que a través de su propia imaginación, sin necesidad de grandes artificios ni justificaciones. Pero cine con mayúsculas, y por qué no, con la particular continuidad de esas fantasías infantiles, a medio camino entre la realidad, el sueño, y la pesadilla.
Un cine que tuvo la mala suerte de coexistir con una sociedad un tanto cínica y desencantada, pero que por suerte para los niños pareció llegar, paradójicamente, en el momento justo. Casi una tabla de salvación para algunas de las primeras generaciones en tener que lidiar con el síndrome, ya no de padre ausente, sino de padres ausentes (bien por trabajo, bien por los primeros síntomas de lo que hoy llaman "divorce boom" como si fuera algo nuevo).
Un cine que duró demasiado poco, y que sin embargo ha envejecido mucho mejor de lo que fue considerado, dejándonos una terna imprescindible para mi generación y sus adyacentes, a saber: "The Dark Crystal" ("Cristal Oscuro", 1982), "The Neverending Story" ("La historia interminable", 1984) y la que hoy nos ocupa, "Labyrinth" ("Dentro del laberinto", 1986).


Es probablemente la que mejor refleja ese espíritu, y también la que aúna más talento. El de los "masters of puppets" Jim Henson y Frank Oz, o el de uno de los compositores más polivalentes e infravalorados de la historia como Trevor Jones (que ya formaron equipo en "The Dark Crystal", aunque en esta ocasión Oz no co-dirige) a los que se sumó la visión priviliegiada en lo que a mundos de fantasía se refiere de George Lucas en la producción ejecutiva. Eso detrás de las cámaras. Delante nos encontramos a una jovencísima pero brillante Jennifer Connelly y un entregado David Bowie, acompañados a la perfección por el extenso y cuidado elenco de marionetas que habitan el laberinto.

Como dije, no es necesaria una gran metáfora, y pese a todo, resulta curioso leer en todas las críticas de la época aquello de "de niña a mujer". Evidentemente la transición es el motor de la película, pero no sé si espoleados por los versos de Julio Iglesias o si por tener una mirada demasiado sucia en escenas como la del baile, se quedaron en una lectura superficial por demasiado profunda. Me explico.
Puede que todos los niños se quedaran embobados con Sarah, puede que todas las niñas se enamoraran de Jareth (pese a ser el jodido Rey de los Goblins), pero el despertar sexual se nos presenta con mucha sutileza, a veces de manera pueril y a veces turbulenta. El espectador talludito y el pretencioso pueden hacer las lecturas freudianas de la figura de Jareth que quieran; que sí, que aunque intenta mantener a Sarah en un mundo de inocencia ofreciéndole todo aquello que ella misma se resiste a cambiar, parece profesar al mismo tiempo pensamientos muy poco puros hacia ella. Pero lo cierto es que, lecturas de adultos aparte, ese nunca fue el mensaje principal de la cinta.

El mensaje principal, que muchos no supieron o no quisieron ver en ese viaje onírico a través del laberinto y la escalera de Escher hacia la madurez, se esconde casi al final en las palabras de Sarah al despedirse de sus amigos (personificación de muchos de los objetos físicos ligados a su mundo infantil): en algún momento, sin ningún motivo especial, les volverá a necesitar. No es un adiós definitivo, no es el proceso de maduración entendido a la antigua como la negación de la imaginación y todo lo que nos hacía niños. Un mensaje sencillo, pero no tanto, y presentado a veces de una manera tan concreta que casi es necesario mirar con ojos de niñ@ para apreciarlo, quedando grabado como libro de ruta en la memoria emocional de muchos de nosotros.
El laberinto, como la vida, no es justo, no está bajo nuestro control; unas veces no podremos entender sus reglas, otras conseguiremos salir adelante por convicción o por pura suerte. Recorriéndolo, encontraremos amigos, y también a quienes se quieran aprovechar de nosotros, aunque si miramos bien, hasta podremos ver una parte de nosotros mismos en cada uno de ellos. Pero cuando se acerque la hora y nos tengamos que enfrentar a nuestro Rey de los Goblins, a las consecuencias de nuestros caprichos y nuestros actos, igual que Sarah, deberemos encontrar nuestra propia voluntad y nuestro propio reino, porque pese a "los increíbles peligros e innumerables fatigas", nada ni nadie tiene poder sobre nosotros.

Uno de los aspectos más criticados en su día por algunos fue la actuación de Bowie. Más allá de algún inoportuno patinazo de vestuario, el británico pone todo su carisma, su capacidad  y su talento musical al servicio de la cinta, y creo que recibió muchos ataques gratuitos. Quienes le encontraron demasiado sobreactuado deberían compararlo con algunos de los papeles más célebres de Johnny Depp, y no solo a las órdenes de Tim Burton (en cierto modo heredero de ese tipo de cine). Estuvo divertido en "Magic Dance", sexy en "As the world falls down", y con un puntito inquietante en "Within you". Otra cosa es que los números musicales no te vayan demasiado, pero achacarlo a Bowie... no señor. Creo que entendió a la perfección lo que se esperaba de él, y eso fue lo que dio. Jareth, como elemento de un mundo imaginario, no debe presentar un comportamiento convencional, ni siquiera tiene que ser coherente, y desde luego, se puede permitir aparecer sobreactuado, porque así es el personaje, no porque sea un error en su interpretación. Un complemento perfecto al precoz talento de Connelly, un dúo para recordar.

"Míreme usted a la carita". El archifamoso patinazo de vestuario.
Cerramos con las curiosidades:

-Además de Bowie, se barajó a Michael Jackson (seguramente fuera de presupuesto) o Sting (seguramente fuera de lugar) para el papel de Jareth, aunque se dice que fue escrito para Mick Jagger y que fue éste quien propuso a Bowie tras rechazarlo.

-Cuidado con decir aquello de "el libro es mucho mejor", ya que en este caso se escribió a partir del guión de la película y no a la inversa.

-Los japoneses se atrevieron con una secuela Manga llamada "Jim Henson's Return to Labyrinth", aunque el amigo Henson seguramente solo puso la mano para cobrar, así que probablemente sea una m... En fin, únicamente para los más aventurados.

Esto es todo lo que ha dado de sí mi particular experiencia con el laberinto, pero por supuesto estáis invitados dejar comentarios con la vuestra, sea parecida o no vuestra mirada.
¡Saludos a tod@s!

3 comentarios:

  1. Sin duda una de mis películas favoritas y junto a "Regreso al futuro" una de las "películas de infancia" que más aprecio. Buenísima la crítica, de verdad, yo hice una muy mediocre hace ya relativamente mucho tiempo y ni me quiero acercar a releerla, y menos después de un análisis tan interesante.

    Lo del vestuario de Bowie es desconcertante, no sé cómo se les pudo pasar ese... bulto. Y lo de Connelly no tiene nombre, cómo despuntaba la joven a tan tierna edad. Por lo demás, me pareció divertidísima, alegre, muy muy inteligente y una muestra del verdadero cine familiar, un cine perfecto para niños y que incluso puede valer para adultos.

    Será película obligada para mis hijos, siempre lo he tenido claro.

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    1. Me alegra que te haya gustado mi lectura. Me uno a la plataforma "ni un niño sin Regreso al futuro y Labyrinth" ;)

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  2. Está rodada esta película en una caja de zapatos? o me lo he inventado yo? Creo que lo he oído en algún momento, pero no te puedo precisar cuando porque soy terriblemente vieja

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