lunes, 10 de agosto de 2015

Ex machina (Alex Garland, 2015): ¿Sueñan los Nerds con Alicias Vikander eléctricas?


Después de dos novelas adaptadas con un resultado dispar (La Playa y Tesseract) y cuatro guiones más o menos exitosos, de los que, como mínimo, podemos decir que ninguno es un completo desastre (28 días después, Sunshine, Nunca me abandones y Dredd), el británico Alex Garland debuta tras las cámaras con uno de esos proyectos que inesperadamente acaba asomando la cabeza en salas comerciales a nivel internacional.

Porque en apariencia, Ex Machina es una película pequeña en un envoltorio pequeño, con pocos actores, pocos escenarios, relativamente poca innovación, y de seguro, poca promoción. Y pese a todo, ha conseguido convertir sus 15 millones de presupuesto en 36 millones de recaudación, pudiendo ser considerada a efectos de porcentaje, un éxito comercial. No perdamos de vista que, pese a las mareantes cifras de los grandes estudios, generar cuanto menos (aplicando la generalista fórmula del doble del presupuesto) 6 millones de beneficio neto tras unos dos años de trabajo, es algo que todos firmaríamos con los ojos cerrados. Y todo ello compartiendo cartel con los todopoderosos Vengadores...

Y decía lo de relativamente poca innovación porque, de entrada, ninguna de las premisas de Ex Machina parece especialmente fresca, evocando desde el clásico Frankenstein hasta la reciente Her, pasando por Blade Runner e incluso Weird Science. Y puede que ninguna de las reflexiones que plantea sean originales por si mismas de manera aislada. Pero quizás el conjunto de todo ello sí que lo sea. Porque dependiendo del espectador, nos invita a reflexionar sobre el ego, o la inseguridad, incluso centrada en el género masculino, si consideramos, y así lo interpreto, que ninguna elección de género es casual en esta cinta. Uno puede ver una metáfora de la misma evolución humana, o una vuelta de tuerca al concepto de matar a Dios para convertirse en Dios (siempre hablando desde un punto de vista antropológico, nunca teólogico, del que huye acertadamente).

Pero aún así, no es un visionado fácil de recomendar. Estructuralmente se centra en la exposición, algo que personalmente no me supone un problema, pero que podría aburrir a quien se aproxime a ella con una expectativa diferente. Presenta un único conflicto argumental (que no intelectual), aunque eso sí, latente a través de una gran atmósfera durante los dos primeros actos, y un desenlace con un giro que tal vez muchos calificarán de previsible. Valiente afirmación a toro pasado, cuando realmente, llegado el momento previo a la resolución, apenas quedan dos alternativas posibles.
Tampoco me atrevo a recomendarla en función de una agrupación del espectador por gustos, ya que podría decepcionar a quien espere grandes dosis de tecnología o ciencia-ficción, conceptos que están ahí únicamente como vehículo.

La única manera de enfocar esta recomendación es en función de la sensibilidad particular del espectador. Ex Machina no habla de Inteligencia Artificial, sino de la humana y de un reflejo muy concreto y condicionado en un organismo cibernético. No necesita fundamentar su solidez en un giro de guión que, por novedoso y sorprendente, acabe eclipsando un desarrollo vacío, como hiciera en su día Shyamalan con El sexto sentido (si alguien se toma la molestia de revisionarla con un mínimo de espíritu crítico). Más bien al contrario, lo que pueda perder en efecto sorpresa, lo gana dotando de un mayor sentido todo lo expuesto con anterioridad. Claro está, siempre que como digo, el espectador se haya dejado seducir por esa exposición.

Sin duda el resultado final se podría haber beneficiado de algo de metraje adicional (tampoco demasiado) que fundamentara algo más algunas escenas, o de la reescritura de alguna parte concreta, o de la visión de un realizador más experimentado. Pero en opinión de quien os habla, eso no desmerece un esfuerzo más que digno, incluso notable.

Porque independientemente del poso (algo muy personal) que os pueda dejar o no su visionado, hay ciertas cosas que nadie puede negar de manera objetiva. En primer lugar, sitúa de manera incontestable a Alicia Vikander en el mapa, como uno de los talentos jóvenes a seguir muy de cerca en los próximos años. Y aunque su actuación serena y su presencia angelical puede para algunos eclipsar todo lo demás, yo no iría tan lejos como para decir que se roba la película.



Porque, como si de un paralelismo con su propio desarrollo se tratase, todos los actores cumplen su papel, pero me gustaría mencionar especialmente a Oscar Isaac, sobre quien recae la responsabilidad de generar gran parte de la atmósfera de la película durante al menos tres cuartas partes de su metraje. Sea de manera presencial o implícita, pero sustentada en los matices de sus minutos en pantalla. Un actor con multitud de registros que merece un espaldarazo comercial más pronto que tarde, y que por desgracia, no apunta que vaya a conseguir con X-Men: Apocalypse, que ya le ha puesto en el ojo del huracán por un trabajo bastante desafortunado en lo que a caracterización se refiere. Aún así, no será la primera víctima de las caracterizaciones de Bryan Singer, territorio que ya ha pisado algún grandísimo actor como Ian McKellen. Desde aquí, la mejor de las suertes Oscar.

-¿Apocalypse? Qué bien, eh?
-Cállate Weasley...
Así pues, la conclusión general es que la suma de conceptos y situaciones vistos con anterioridad, sí pueden dar lugar a un producto que al menos se sienta como algo fresco. Si sóis de los que no tenéis problema con lo enumerado, os invito a darle al menos una oportunidad a esta propuesta, a la que, aunque no acostumbro a dar notas numéricas, voy a puntuar con un 7 (sólido).

Ya sabéis, si no estáis de acuerdo con lo expuesto, si queréis acordaros de mí por la recomendación (en cualquiera de los dos sentidos), o compartir cualquier otra cosa conmigo, podéis hacerlo a través de la sección de Comentarios, o de las redes sociales enlazadas en el blog.
¡Saludos a tod@s!


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